Río Suquía Paseos Educativos te invita a conocer la Reserva

El presente trabajo es fruto de una larga tarea de búsqueda, recopilación y selección de los artículos temáticos más relevantes sobre la Laguna Mar Chiquita y Miramar. Asimismo, he privilegiado aquellos que son de una lectura clara y didáctica. Tengo como objetivo que este trabajo sirva como referencia para conocer más a fondo esta región de la Provincia de Córdoba, además de servir de material de apoyo y estudio a los estudiantes que la visitan año a año.
Durante 28 años de actividad como profesional en turismo he llevado a centenares de alumnos -niños y jóvenes- a conocer esta Reserva; que sea entonces este blog una forma de agradecer y valorar a esta querida tierra y su gente...
Eduardo Marconetto


Fantasmas de agua salada




ESTE MAR CORDOBES TIENE UN MATIZ QUE LO VUELVE UNICO, PORQUE AQUI EL SOL SE ACUESTA SOBRE UNA LINEA QUE CONFUNDE AL CIELO CON EL AGUA. PERO TAMBIEN MECE A UNA CIUDAD CON HORIZONTES DESDIBUJADOS, PORQUE LOS FANTASMAS DE MAR CHIQUITA HICIERON GRANDE LA LAGUNA Y MIRAMAR PERDIO SU SITIAL PRIVILEGIADO. POR ESO, LA QUE FUERA UNA DE LAS PLAZAS TURISTICAS MAS IMPORTANTES DEL PAIS ES, HOY, UN RECUERDO.


Cuando el Mar de Ansenuza (o Mar Chiquita, como la bautizaron algunos porteños) se desbordó, Lucas y Leandro aún no habían nacido. Por eso hoy, sentados frente al inmenso charco de agua salada que arrasó con su ciudad, prefieren hablar de fútbol y de goles. Todavía están aturdidos por la “final preinfantil” en la que –representando a Miramar-, le ganaron al equipo de Marull y conquistaron el campeonato regional. Pero no todo es alegría frente a la laguna.
Desde que en 1978, y hasta 1984, la creciente del río dulce convirtió la Mar chiquita en grande, muchos orgullos se cayeron. Sobre todo cuando, hace algunos años, dinamitaron lo que había quedado con los pies en el agua: casas, hoteles, casino, terminal de ómnibus, estación de servicio...


Dante Marqueti (79) es uno de los más antiguos pobladores de Mira­mar. Llegó en 1921, cuando 'todo era puro monte y había sende­ros tan angostos que cuando pasábamos en el Ford T, se escucha­ban los gritos: «¡Cuidado con las ramas! ¡Cuidado las ramas!»'. Su padre construyó y administró uno de los hoteles que hicieron historia en la zona, a donde tanta gente concurría en busca del 'milagro' de la sanación:


“ Miramar existió y se mantuvo siempre, porque le da salud a la gente. Acá hemos visto centenares de casos: personas que venían en muletas, con camillas... y al poco tiempo caminaban que parecía de novela. Pero, aclaremos una cosa, no era ningún milagro...” En ese sentido, Marqueti prefiere desmitificar la cuestión “...porque no hay ningún secreto. Cuando éramos chicos y jugábamos al fútbol, después de alguna patada, ¿qué hacíamos?. Metíamos la pierna en una palangana de agua caliente con sal. Esta laguna es eso, desinflama la hinchazón que origina el reumatismo. Acá no hacían falta hospitales, bastaban 4 o 5 días de baños calientes...”.


Por agua viene, por agua va....


Miramar llegó a tener 118 hoteles, allá por 1974 (ahora no suman ni una docena). Esa fue su época de oro. Pero, desde siempre, las angustias acompañaron a su historia de la mano de los caprichos de la laguna. ...Pasamos 10 años –cuenta Marqueti-, desde el ’45 hasta el ’55, sin ver el agua. Cuando bajó la mar, todo el impulso que hubo hasta entonces se malogró. No había donde bañarse... Después la laguna se recuperó, pero perdimos la “jerarquía” del turismo, que dejó de ser “selecto”.
Entonces se puso de moda un estribillo, simpático, pero malintencionado: “El que tiene mucha plata / se va a Mar del Plata, / y el que tiene poca guita, / viene a Mar Chiquita”.
Más adelante, en 1968, la mar se volvió a secar. Y diez años después, lo que parecía que nunca podía suceder... ocurrió: el agua lo invadió todo. “Parecía increíble, pero Miramar desapareció. Turísticamente quedó reducida a una mínima expresión.”


A Dante Marqueti le tocó bailar con la intendencia durante aquel triste período, por eso tiene muy frescas en la memoria las acusaciones que recibió: “Las autoridades me criticaron mucho, diciendo ¿cómo fuimos tan negligentes? ¿cómo construimos el pueblo en un bajo? Pero los que trazaron los planos lo hicieron con la aprobación del gobierno provincial, en el año ’20. así que echarle la culpa al intendente... Y segundo, donde se hizo Miramar era monte. Yo lo vi. Había quebrachos que dos personas no podían abrazar. Sin ser técnicos, uno les calculaba una vida de 200 ó 300 años... Que después, donde estuvieron esos árboles había tres metros de agua, es otro tema".


Como tantos otros que sufrieron la furia de la laguna, Francisco Mare (60) debió cambiar su forma de procurarse el sustento. Había llegado a las costas de Mar Chiquita en 1960, después de comprar un campo con 527 hectáreas cultivables. La inundación no sólo se lo redujo a me­nos de 200, sino que además le inutilizó herramientas, galpones, tam­bos...
'Hicimos muros de contención porque pensábamos que el agua nunca iba a llegar. Pero, cuando nos dimos cuenta, comíamos pa­rados, con las botas puestas'. Ahora don Mare, junto a Norma (su mujer) y a Starsky (su perro), se dedican a la pesca. Los tres salen de mañana, muy temprano, a ver cuántos pejerreyes han capturado en sus redes.
Saben que eso es "pan para hoy y hambre para mañana", y la explicación es muy sencilla: antes de la inundación, la laguna no te­nía menos de 130 gramos de sal por litro. Pero toda el agua aportada por el río Dulce redujo su salinidad a casi 29 gramos, lo cual permitió la invasión y el desarrollo del pejerrey.


Hoy, cuando Mar Chiquita está bajando su nivel, la concentración de sal es ya de 60 gramos por litro. Sólo resta arriesgar, entonces, cuánto más durará "este único subsidio que conseguimos', como se quejan a dúo los Mare: 'Los primeros años venía la gente y sacaba 200 ó 300 pejerreyes cada uno, desde la costa, porque no hacía falta ni meterse en bote. Ahora sacan cuatro, cinco... Pero nadie se lle­va más de 30. Y todavía hay quien dice que no vienen más por­que «no hay plata ... ». Lo que no hay es pique'.


Baqueano de laguna misteriosa


El «Oso» Nilo tiene el privilegio de ser el 'descubridor' del pejerrey en la laguna. En realidad, se llama Ricardo Lehtinen (51), es descendiente de finlandés, y todos lo señalan como el hombre que mejor conoce a Mar Chiquita. Por eso siempre golpean a su puerta cuando hay que salir a rescatar a alguien.
Una sola vez no acudieron a él. Fue hace unos años, cuando la muerte de dos chicas biólogas. Y no lo llamaron porque, precisamente, él iba en la lancha que se devoró el fuego. En total eran cinco (junto a un geólogo y un buzo), "se tumbó un bidón y llenó de nafta el piso, hasta llegar al distribuidor. Ahí se prendió todo.
Estábamos como a cinco kilómetros de la costa y los otros se fueron nadando, pero yo me quedé junto a los restos de la lancha. ¿Para qué iba a nadar si el viento me empujaba hasta la costa? Los demás se asustaron, decían que la lancha iba a explotar". La explosión no se produjo, pe­ro el incidente tuvo un saldo trágico: una de las investigadoras murió ahogada y la otra llegó nadando hasta la costa, pero falleció de un sín­cope.


Tiempo atrás, también el Oso Nilo se dedicaba al turismo: sobre tierra firme tenía un hospedaje de 30 habitaciones, en la costanera ("Pero no quedó nada, solamente dos metros y medio de agua"), y en la laguna paseaba gente en embarcaciones ("Hay que desengañarse, acá turismo ya no hay").
Ahora tiene dos actividades muy distintas: de mañana sale a pelear lo que todavía queda de pejerrey, y de tarde sube chicos a su carro de paseo: a un peso por cabeza y con mucha música les brinda 40 minutos de ilusión en un carruaje que él mismo construyó: "con el motor de un Chevrolet 46 y las butacas de un viejo colectivo que conseguí en una chacarita ".
Nunca quiso ir a vivir a una de las islas, aunque lo pensó. Ahora mira los escombros que quedaron sobre la otra costanera y dice que "se apuraron mucho en dinamitar, y después nadie juntó los escombros". 


(Fuente: Revista Aquí Vivimos, Setiembre de 1996)